¡Dejen en paz al muchacho de Monterrey!

Este último tercio de marzo tan alborotadamente morboso.
Finalmente, los medios nacionales de comunicación tercos, obstinados o persistentes, lograron el codiciado  intercambio de opiniones en la capital neolonesa, con el joven veinteañero famoso a consecuencia de la mortal tragedia provocada, pero renuente a toda mediática entrevista.
Presentarlo como noticia de análisis psico social sobre la facilidad con que cualquiera recurre a la supresión vital del prójimo para dirimir diferencias, no logra ocultar el verdadero fondo de vil nota roja sobre el crimen salvaje llevado a cabo.
Lograr fotografiarlo, grabar sus declaraciones y opiniones, hurgar en sus intimidades, gustos y rebuscar en su biografía entera para exponer ese todo a un público ávido de actualizar su morbo, denigra a los medios involucrados.
Sondear sobre la anímica herida abierta con la frialdad indolora del cirujano acostumbrado a viviseccionar semejantes, e insistir e insistir sobre el aborrecible crimen, recordando y desmenuzando detalle a detalle toda la trama del mismo e indagando  sobre las consecuencias personales experimentadas frente a tan tremendo trauma, cae en la categoría de crueldad innecesaria hacia el jovencito involucrado en la desgracia.
Rehuir, zafarse, escabullirse de los medios impresos, no por capricho o cobardía sino sabiendo el peso que tienen en la opinión pública para dañar si son distorsionadas las declaraciones, fue mal interpretado como cerrazón frívola.
Tuvo que aclararlo con una frase asombrosa para su edad: “Hoy la prensa ha alcanzado una fuerza tan impresionante que si no es utilizada de una manera responsable puede afectar las emociones y los eventos que suceden”.
La sorpresiva madurez demostrada es resultado del magno sacudimiento impactante al sufrir por las muertes de dos personas estrechamente relacionadas con él.
Esa misma madurez le permitió esquivar frente al reportero, el torrente de preguntas con respuesta casi belicosamente sugerida.
Toda información resultante se desvirtuó por el hecho de buscar la nota, más para saber sobre la forma que digiere un pasado que le marcó de amargura y tristeza el alma, que para aportar ideas de resarcimiento futuro.
Más valiera hacer a un lado toda mención de intriga propiciada en relación con el imberbe y desafortunado habitante de la industriosa ciudad norteña, y dejar que el tiempo siga curando tan profunda herida espiritual.
Este final del mes de marzo, por remembranza de la fecha fatídica, han atosigado los medios, al residente por adopción de Monterrey  y estudiante de segundo año de Leyes, Luis Donaldo Colosio Riojas que sufrió más que Marianita su hermana. Ella no comprendió en su momento el dolor por la muerte casi simultánea de sus papás.
Los padres sustitutos con su tía por mamá, suplieron con eficacia el cariño y cuidados para con ellos.
Al chaval regiomontano y universitario también, pero desquiciado, que asesinó a dos niños por despecho de su novia, también lo presentan en estos días, enfadosamente como nota policíaca diaria casi de ocho columnas.