El singular villorrio de Nayarit con sistema político declaradamente comunista y situado relativamente cerca del límite municipal costero entre Compostela y San Blas, se caracteriza por la actividad laboral y ocupacional de todos sus habitantes y por consecuencia lógica, en la nula existencia de mendígos, pordioseros o pedigüeños.
El gobierno espléndido, administra todas las empresas existentes y proporciona en forma gratuita vivienda, bienes, servicios y esparcimiento para todos sus habitantes.
Los niños gozan de un sitial privilegiado que les garantiza la mejor alimentación nutritiva y gratuita en un comedor público de acceso libre, y por supuesto el sistema educacional les impone cumplir con la escolaridad básica.
La población no puede elegir a sus autoridades y al igual que en la URSS un pequeñísimo grupo de encumbrados burócratas decide quién debe dirigir con mano de hierro al conglomerado.
El núcleo gubernamental tiene la obligación de proporcionar a las familias formadas, una casa con servicio de agua, drenaje y electricidad, sin costo alguno por instalación, uso o consumo para los inquilinos.
El servicio médico y dental se da en el gran hospital público dependiente del Sector Salud, y el alivio espiritual se invoca en una pequeña iglesia.
Hay una planta fundidora de metales, oficina de correos, telégrafos, biblioteca, plaza pública, kiosko, fuente de sodas con refrescos ahí embotellados, una super tienda Conasupo y la cancha deportiva de baloncesto donde sin costo para el espectador, una noche de cada semana se proyectan películas al aire libre.
El pueblito es en sí, un conglomerado compacto sin propaganda pública de ninguna especie y por ello de un folclor cien por ciento rural.
En el amplio territorio campirano se siembra y procesa la planta del henequén para producir cordeles o sogas que se distribuyen a diversos sitios de la república mexicana.
La producción ganadera es exitosa por carecer del problema de abigeato o robo de animales y también por fomentar la cría de ejemplares Percebú, más resistentes que el Cebú normal.
En otra área de la campiña extensa, se explotan conejeras con exitoso sistema zootecnista que producen carnes, pieles y patas de conejo que para nada influyen en la buena suerte de los pobladores costeños.
Grandes bodegas almacenan la sal rústica ahí producida en la antiquísima e infalible procesadora salina de las aguas del mar Pacífico.
El entorno ecológico es sano, equilibrado, se conserva sin detrimento.
La contaminación atmosférica sólo es producto de una que otra avioneta que llega a su asfaltada pista aérea, y de la planta termoeléctrica diesel que todo el tiempo trabaja a su máxima capacidad generando 950 kilowatts para surtir la maraña de cables -con energía eléctrica gratuita- que llegan directamente y sin medidor alguno, a las casas y diversas dependencias gubernamentales.
Existen más bicicletas que carros y los perros no tienen cabida en tal pueblito costeño, es más están prohibidos terminante, radical y tajantemente.
La pública quietud nocturna llega junto con la puesta de sol y la actividad cotidiana se asoma con la aurora.
Por decreto, paulatinamente ha disminuido el número de pobladores, y el final de tan insólito sistema de vida ya esta decidida.
Una vez exiliados forzosamente los habitantes, el pueblito y su magno y bien definido entorno rural, serán convertidos en santuario sagrado de flora y fauna.
Ojalá les aproveche a los guamuchiles, nopales, magueyes, iguanas, pericos, coyotes, armadillos, venados y víboras tal decisión y se reproduzcan con esplendidez en las pródigas -nayaritas- Islas Marías.
De última hora: El gobierno foxista -como es en él, ya casi norma- dio marcha atrás al proyecto de bio diversidad y volverá a enviar “cuerdas” de presos para reactivar al famoso penal.
Convicciones: Políticos vs. Ciudadanos
Hace 1 año.
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