jueves, enero 19, 2006

Otro sexenio perdido


Nació tiernito y esperanzador un nuevo periodo presidencial en aquel México harto de la  corrupción de sus funcionarios.
Había que instaurar urgentemente el orden en todos los aspectos dentro de la nación, con un cambio pleno de honradez, austeridad y patriotismo nacionalista, buscando revertir la vulnerabilidad dejada por el régimen presidencial anterior inmediato, plagado de asesinatos y escandalosas transacciones con manoteo financiero impune incluido, entre la elite de funcionarios y empresarios encumbrados de esa corrupta época.
Todo habitante del país regularmente politizado, deseaba intensamente la dignificación y el rescate de los valores inherentes a la figura presidencial devaluada por el  anterior titular del poder ejecutivo.
El nuevo presidente de la república, había sido diputado y gobernador de su estado natal y su arribo a la primera magistratura se efectuó en un ambiente difícil.
La mafia de funcionarios enriquecidos escandalosamente que recién habían terminado su deshonroso desempeño, tensaba el ambiente y se temía la infiltración de sus complicidades para obstruir la ansiada profilaxis del cambio oxigenante.
El nuevo presidente anunció solemne, que sus propósitos eran primordialmente la unificación nacional.
La intención de ejercer un gobierno honesto,  garantizaría mejoras palpables en la situación desesperante de las clases populares. La disminución del costo de la vida era también promesa entusiasta.
Para llevar a cabo todo ello, invitaba a la ciudadanía al trabajo creador, inspirado y profundo, que complementara la transformación.
Posteriormente, el desempeño de tan esperanzador gobernante del cambio rectificador no llenó las expectativas esperadas y terminó arrastrando también el pesado lastre de la corrupción.
Hasta el regente de la ciudad de México casi lo opacaba con su desempeño modernizante de la gran urbe.
La emigración masiva de trabajadores mexicanos a los Estados Unidos de Norteamérica en busca de empleos mejor pagados, siguió siendo un problema sin solución, y problemático por el trato denigrante contra los forzados  migrantes.
El bienintencionado y honrado hombre aquél, divorciado de su primera esposa antes de asumir el poder presidencial, se vio rebasado por su segunda esposa que ejerció el papel de primera dama del país.
El clero ya politizado hizo alianzas con tan encumbrada señora, logrando infiltrarse inocultablemente en ese tan alto primer círculo de poder público.
El escándalo por la ambición desbocada de la primera dama del país surgió por el descarado acaparamiento de valiosas propiedades en bienes raíces.
Un epigrama ácido describió  al final del sexenio tan lamentable estado de cosas prevaleciente:
Adiós presidente austero
Te vas para no volver,
tú fuiste poco ratero
Pero, ¿qué tal tu mujer?
Total que la ambiciosa primera dama del país, doña María Izaguirre de Cortines, dio al traste con todo intento rectificador del Presidente Adolfo Ruiz Cortines

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