viernes, diciembre 02, 2005

FIESTA JURADA AL SEÑOR DE LA MISERICORDIA



Las fiestas religiosas en homenaje al Señor de la Misericordia, se celebran en Compostela desde hace ciento cincuenta y cinco años, cuando políticamente aún no existía el estado de Nayarit. Cada primer viernes del mes de diciembre ha constituido el día magno en su honor. Ése ha sido siempre el más importante en el calendario católico local y según mi versión, las de hace cincuenta años fueron las mejores, pues como dicen: cada quien narra según le fue en la feria….
Aunque formalmente comienzan el 22 de noviembre día de Santa Cecilia, para los niños de entonces iniciaban el 15 del mismo mes.
Era un verdadero regocijo ver los enormes camiones cargados con los juegos mecánicos desarmados, estacionarse alrededor de la plaza.
Constituía el bloqueo de calles más festejado por la comunidad infantil. Atestiguar por horas y horas como cobraban forma las estructuras, era la mejor inversión de esos lapsos de tiempo.
La escuela primaria tenía que esperar obligadamente, esos días se ausentaba todo intento de acudir a ella, había que ser testigo -bajo riesgo propio- de aquél espectáculo único, increíble para la niñeril idiosincrasia pueblerina prevaleciente. Contemplar la Rueda de la Fortuna ya terminada, atemperaba el regaño paterno por la ausencia casera tan prolongada e inútil según la generalizada óptica de adulto.
Lo que siempre ignoraron los concesionarios de los juegos mecánicos y sus trabajadores, es que al armar todo su conjunto de tebrejos, iban a la par, armando toda una maraña de ilusiones de sentimental trama eterna en los impresionados mini espectadores y que se materializaba posteriormente al disfrutar los caballitos, la ola, la rueda de la fortuna, el bullicio, las luces y hasta el ruidoso y confuso pregonar de los altavoces que competían por dar a conocer lo suyo al mismo tiempo.
Las cuatro secciones prevalecientes del pueblo competían por lograr cada cual el mejor carro alegórico de “las fiestas”. Toda casa lucía también en fraterna competencia faroles de papel con vela en sus fachadas. Sólo existían el Barrio de Santa Ana, de Chila, del Guayabal y el Alto y las respectivas procesiones con sus cánticos y veladoras conmovían intensamente sobretodo al ingresar al templo con diversas ofrendas.
Actualmente la modernidad ha modificado el ritual religioso que se mantiene aún vigente y que tal vez a ojos infantiles les resulte a futuro también inolvidables. El primer viernes de diciembre el templo siempre estaba a reventar, la fervorosa romería continua comenzaba en la madrugada y concluía ya avanzada la noche. Acudía el obispo de Tepic a diversos oficios exclusivos y a la misa principal. Aquello se convertía en un maremagnum no apto para personas lentas ni para niños sin custodia. De los poblados cercanos acudían numerosos fieles a los servicios religiosos matutinos generalmente, pues por la tarde tenían que regresar a sus lugares de origen, privándose de contemplar por la noche el muy elaborado “castillo” de fuegos pirotécnicos que simbólicamente daba fin a “las fiestas”. La continuidad festiva de sábado y domingo posteriores, era más bien por inercia y ya desangeladas. El sentimiento del goce pasado se combinaba con la esperanza de estar presentes al año siguiente. A tal grado llegaban las vivencias en la constreñida y cíclica vida pueblerina.
En tratándose de fe religiosa incrementada y de convivencia pública tranquila, quién concibió su: Todo tiempo pasado fue mejor, merece un monumento.

La infaltable chirimía con su sonido característico es lo que ha prevalecido invariable hasta la fecha, y su lastimero sonido, a más de algún hoy adulto ha hecho brotar nostálgicas lágrimas del alma.

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