domingo, noviembre 06, 2005

!TAXISTA BRUTO, IGNORANTE!

TAXISTA BRUTO…!IGNORANTE!…
El desempeño público de quienes se esmeran en servir y orientar a sus semejantes, se ve empañado frecuentemente por la injusta incomprensión.
Un leve error u omisión sin trascendencia nociva alguna, revierte el largo historial de afanosa preparación, y también el caudal generoso de aportación a la sociedad.
Aun no se enfriaba el cuerpo del eminente abogado Ignacio Burgoa Orihuela y quienes condenan por rutina ya minimizaban su vastísima trayectoria como escritor, abogado penalista especializado en el Recurso de Amparo, jurisconsulto y profesor de Derecho con cincuenta años de labor docente.  Manifestar públicamente sus opiniones ante aberraciones jurídicas originadas por intereses políticos le acarreó enemigos gratuitos. Escribir su libro Chistes, Acertijos y Adivinanzas también fue motivo para pretender tapar con un dedo el sol resplandeciente de sus trescientos reconocimientos públicos a su desempeño como abogado brillante.
Se dio el deceso de dos personas con desempeño público destacado en funesta coincidencia. Ambos murieron fuera del Nayarit  de sus amores.
El dos de noviembre pasado, falleció en Cuernavaca Morelos el doctor Pedro López Díaz. Fue un eminente médico, maestro, filósofo, abogado, político  y periodista. Su influencia benéfica abarcó a cientos de hoy ciudadanos ejemplares. Escribió hasta fecha reciente sus columnas impecables en un diario tepicense. Minimizando biografía tan bonancible, la nota de su deceso se perdió en páginas interiores incluso del mismo periódico.
Pablo García Galavíz dirigente sindical de la UAN falleció en Nevada USA siendo magnificado su desempeño en el intríngulis político de la universidad. Merced a lo anterior, su deceso causó más revuelo que el del insigne López Díaz.
Tales deplorables conductas minimizadoras también se dan en plena calle. Pasa por ejemplo cuando se le pregunta  al taxista que conoce mucho de la ciudad, de avenidas, calles y callejones; de sitios de diversión, culturales y de servicios; de horarios de tráfico pesado, de atajos y de infracciones en su afán por ganarse al usuario o cliente.
Su abultada cartera mental de conocimientos al respecto, es reducida al grado de ofensa, cuando de carro a carro le preguntan a grito abierto sobre la dirección de alguna llantera cercana a la que es de urgencia acudir. Distraído momentáneamente con alguna respuesta al cliente que traslada y  ante la inminencia del cambio de luz semaforil, el conductor del transporte público solo atina a contestar: pues no la ubico de momento por aquí cerca…
La irracional reacción cobijada por la impunidad del anónimo y fugaz intercambio verbal le aflora al sicótico conductor.
La señal verde de arranque, impulsa a la par, la vociferante y rencorosa ofensa:  ¡Pinche taxista ignorante!

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