lunes, noviembre 21, 2005

MAGNICIDIO A PUNTA DE BALAZOS


Sonriente bajó del avión,  sin imaginar siquiera que horas después, del mismo aeropuerto despegaría la nave aérea con un féretro conteniendo su cadáver.
El plan de gira política promocional, lo había llevado a la famosa ciudad.
El arribo, y el desplazamiento vistoso rodeado de un público festivo, se enmarcaron con un espléndido día de sol, día de vitalidad plena,  que fue convertido por fuerza de los acontecimientos en un histórico día gris.
El asesino esperó pacientemente el momento oportuno, su intención de no fallar en la encomienda así lo determinaba.  El arma de fuego fue finalmente disparada con precisión y efectividad increíbles.
Los balazos cegaron cruelmente su vida. El penetrante de cráneo inhibió toda esperanza de salvación.
Toda la crueldad del sacudimiento cefálico por el impacto fue filmograbada, y las crudas imágenes se repitieron constantemente en los medios televisivos.
La confusión, la prisa, los gritos y afanes al conducirlo rápidamente al hospital más cercano se aglutinaron en una sola actitud. Igualmente la ira, la impotencia, la tristeza y el llanto ante el deceso formaron un doloroso todo.
El funeral imponente fue presidido con admirable entereza por su esposa convertida en repentina viuda. Sus hijos  -niño y niña-  no se daban cuenta cabal de la aberrante realidad.
La teoría del asesino solitario se impuso rápidamente al atrapar de inmediato al criminal pero dado el impacto social, se formó una comisión gubernamental especialmente encargada de esclarecer el magnicidio u homicidio tan relevante.
El resultado del dictamen oficial no ha satisfecho del todo a la opinión pública.
Su dictamen sobre la sincronía y secuencia de los balazos atentan contra la lógica y hacen crecer la sospecha de complicidad en el caso.
El tiempo transcurrido no ha logrado desentrañar el magno nudo de intrigas, sospechas y complicidades armado por quienes deberían desenredarlo.
La opinión pública está convencida de que se trató de un crimen de Estado con beneficio directo a quien había de sucederlo.
Aquel 22 de noviembre de 1963 con la muerte de Kennedy y ascenso de Lyndon Johnson a la presidencia estadounidense, tendría su burda imitación el 23 de marzo de 1994 con el asesinato del casi presidente de México Luis Donaldo Colosio y el sustituto Ernesto Zedillo.

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