miércoles, abril 16, 2008

Semejanzas, pero no tantas.

En la referencia pasada sobre Emiliano Zapata y su asesinato el 10 de abril de 1919 se hizo mención sobre las condiciones parecidas en el crimen semejante sufrido por Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas de Tijuana en 1994.
El artículo también publicado por el bisemanario Hechos y Opinión de Calexico, California fue hasta ilustrado con un dibujo de Colosio, dejando completamente ignorado a Zapata, en el aspecto de publicar imagen alguna de él.
La comparación fue sólo en el aspecto de que ambos acudieron a un acto público, supuestamente entre puros partidarios y que para sorpresa generalizada, fueron copados vilmente y asesinados a mansalva. También coincidieron en que ambos enfrentaron al poder presidencial al no coincidir en ideas. Zapata enfrentó a Venustiano Carranza y Colosio a Carlos Salinas.
Los ideales de ambos al momento de morir eran en el sentido de lograr que la esencia revolucionaria antiporfirista de socialista aplicación se cumpliera. Hasta ahí la similitud, pues en el recuento de los hechos, las diferencias son de un extremo a otro. Zapata pretendía un reparto generalizado de tierras que emancipara al campesinado que vivía casi en grado de esclavitud. Su intento lo respaldaba con el argumento de los postulados no cumplidos y con la fuerza de las armas. Se trató de un verdadero héroe, que a riesgo de morir, antepuso intereses generales a particulares, buscando el beneficio colectivo de los socialmente postrados.
Colosio fue un político a la usanza priísta, que en teoría pretendía un mundo magnífico para todos los habitantes del país, pero que en la práctica no era posible, pues a lo largo de su desempeño público debió disciplinarse, callar y obedecer órdenes superiores la mayoría de las veces contra toda lógica y sentido común.
Su origen provinciano y modesto, sus vivencias juveniles en Hermosillo donde para sobrevivir desempeñó algunos oficios comunes y su ingreso a la clase política defeña de influencia nacional, le dieron un halo de distinción dentro de la definida “cultura del esfuerzo” tan políticamente apreciada dentro del partido oficial de los colores patrios.
Escalando puestos, llegó a presidente del Partido Revolucionario Institucional con la subordinación característica respecto al presidente de la República. Su papel más vergonzante en dicho puesto, fue cuando las elecciones estatales de 1989 en Baja California, donde resultó electo el candidato panista Ernesto Ruffo. Ante el apabullante triunfo como primer gobernador de la oposición, Salinas ordenó a Colosio que declarara de inmediato “que la tendencia no era favorable” para los priístas, antes de conocerse los resultados oficiales. Con ello, pretendió el Presidente, proyectar una imagen de demócrata ejemplar que lo engrandeciera ante la opinión internacional.
El trago amargo por los insultos hacia el presidente nacional del PRI de parte de priístas bajacalifornianos indignados, no se hizo esperar y el descalabro político sólo fue superado al resultar candidato presidencial en 1993. La imagen de “gato presidencial” fue semejante a la vivida por Porfirio Muñoz Ledo ante Echeverría durante las elecciones nayaritas de 1975. Actuar como negociante represor por órdenes presidenciales ante el triunfo del candidato Alejandro Gazcón Mercado despojándolo del triunfo indiscutible lo marcó como Judas político de por vida.
Haber resultado asesinado en Tijuana, hizo a Luis Donaldo Colosio entrar a la historia nacional como mártir político. La realidad es que por esa condición se desbordó la idolatría hacia un político bienintencionado pero fallido. Ni durante su paso por la Secretaría de Desarrollo Social o populista dependencia salinista estuvo marcado por un desempeño excepcional pues su alineamiento institucional rayó en complicidad demagógica.
Su engrandecimiento definitivo se basó en el papel de víctima mortal protagonizado aunado a la tragedia familiar vivida por su esposa víctima de cáncer fulminante. La necesidad de héroes públicos logró que la opinión pública le fuera favorable hasta el grado de idolatría. En Tepic, la inmensa avenida paralela al río Mololoa, injustificadamente lleva su nombre, pues habiendo héroes destacados regionalmente, se homenajeó al sonorense con tan importante vía. Y Juan Pablo II -político universal- sufriendo por reemplazar con su nombre pontificio a la pinchurrienta calle Jacarandas…

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