lunes, junio 05, 2006

Nayarit y el 10 de junio de 1971…

El hecho criminal bien planeado y llevado a cabo por el echeverrismo contra estudiantes en la capital mexicana, fue el causante de que Rogelio Flores Curiel fuera designado gobernador del estado Cora con las consecuencias atrasantes intrínsecas que ello tuvo.
El estado nayarita, padece a raíz de ese distante episodio de represión a sectores sociales inconformes, un atraso increíble en su desarrollo socio político. A partir de esa fecha, el entorno estatal se convirtió en obsequio caprichoso que encumbrados políticos defeños otorgaban vía gubernatura a sus delfines subordinados preferidos.
Durante los primeros meses de 1971 se gestó, en las instituciones educativas IPN y UNAM del Distrito Federal, un movimiento estudiantil en solidaridad con los universitarios de Nuevo León, entidad donde el gobierno federal maniobró para imponerles una ley orgánica que significaba un retroceso para la vida universitaria. Acordaron hacer una gran manifestación en la Ciudad de México.
A casi a tres años de la matanza estudiantil en Tlatelolco y ante el regreso de los exiliados por el mismo movimiento, el estudiantado sentía la necesidad de manifestarse pública y pacíficamente de nuevo, sin imaginar la represión fraguada por un Echeverría deseoso de ganarse a los universitarios.
A los diez mil manifestantes, los coparon mil elementos entrenados en artes marciales entrenados por militares al mando del sistema gubernamental y armados de garrotes especiales, varillas metálicas y armas de fuego. En las cercanías también estaban apostados francotiradores expertos. Hay quienes catalogan esta acción criminal fríamente planeada donde murieron 120 estudiantes, como más perversa que la del 2 de octubre del 68.
El nayarita -hoy vergüenza del paisanaje- coronel Rogelio Flores Curiel, egresado y después director del Colegio Militar fungía como jefe de la policía del Distrito Federal bajo la férula de Alfonso Martínez Domínguez que era el Regente de la ciudad de México y subordinado a su vez a Luis Echeverría Álvarez  que hizo las veces de un Presidente de la República difundiendo con todo cinismo la versión de un enfrentamiento entre jóvenes de distintas corrientes ideológicas con algunos heridos pero sin víctimas mortales.
Todos los altos mandos policíacos que participaron en el operativo del 10 de junio eran miembros de las fuerzas armadas cuyo titular el secretario de la Defensa Nacional, general de división diplomado del Estado Mayor, Hermenegildo Cuenca Díaz, no estuvo ajeno a la trama represora.
La primera vez que una elección masiva y ejemplar definió la gubernatura de Nayarit, fue a favor de Alejandro Gazcón Mercado en 1975. El dirigente nacional del Partido  Popular Socialista que lo apoyó, obtuvo su plato de lentejas. Luego de dialogar con Porfirio Muñoz Ledo a la sazón líder del PRI y enviado directo de Echeverría, en ruin acción acordada en una suite del hotel Fray Junípero Serra, cedió impunemente la posición ganada.
Jorge Cruishank García dueño del  PPS  se apersonó de su butaca en el Senado de la República –cobrando así la deuda-  y los nayaritas maldecimos su nombre desde entonces y aún después de muerto. En esa forma, cuatro años después, aquél leal coronel Rogelio Flores Curiel, jefe de la policía capitalina durante el halconazo, fue premiado por Echeverría. Los servicios al Presidente el 10 de junio de 1971 le redituó a este candidato priísta perdedor la negociada gubernatura del estado de Nayarit.
Al igual que en Sinaloa y  Querétaro, hubo una época en que Fidel Velázquez designó a sus gobernadores. Nayarit  soportó a los  “obreros”  Emilio M. González, Celso H. Delgado y a Rigoberto Ochoa Zaragoza,  en atrasantes sexenios.El gobernador Antonio Echevarría Domínguez desertor del PRI, si ganó electoralmente merced a su ingreso  al  PAN  y a su alianza con el  PRD,  pero su desempeño no fue acertado, al  promover  el nepotismo y sus negocios a costa del erario público según información por todos conocida.  
El actual mandatario Ney González Sánchez también fue electo merced al dominio político de un PRI que manejó astutamente a los electores corporativistas de sindicatos y burócratas y a la decepción generalizada hacia los dos partidos que hicieron triunfar al gobernador Echevarría.
Los orgullosos descendientes de la indomable tribu cora que resistió por 300 años a la dominación española, vivieron el último cuarto del siglo pasado sojuzgados al capricho centralista republicano. Actualmente todavía no se ha dado el despegue completo hacia un mejor nivel de mejoría colectiva ni siquiera política, pero las consecuencias buenas o malas por la acción electoral autónoma, ya recae en la responsabilidad de elección favorable o desfavorable hecha por los ciudadanos del estado y no por mala influencia de forasteros políticos caprichosos.

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