27 agosto de 2010
Obligada la referencia biográfica sobre un gran señor compostelense, que aunque nacido en Garabatos, Nayarit hoy El Rosario perteneciente al municipio de Amatlán de Cañas, adoptó a la ciudad del valle de Coatlán como propia.
Precisamente un 27 de agosto de 1906 lo vio nacer en aquél poblado al sur del estado de Nayarit, pero algunos años después, por conflictos de extrema violencia neo revolucionaria y vecinales graves por despojo de sus tierras; sus padres, dueños de numerosas haciendas, decidieron abandonar todo, emigrando hacia el norte del mismo estado. En la calurosa Rosamorada conoció a quien fue su esposa, decidiendo ambos, residir definitivamente en Compostela.
El entonces polvoso pueblo de colonial iglesia dedicada al Señor de la Misericordia, fue testigo de los afanes de la pareja por formar su nuevo hogar. Iniciaron su propio negocio con una modesta huarachería en la que ambos trabajaban arduamente. La constancia, dedicación y esfuerzo conjunto fructificaron con la adquisición del pequeño local comercial y posteriormente con la casa familiar. Muchos años después, se vieron rodeados de ocho hijos e incrementaron su negocio a genérica “tienda de pueblo” con surtido modesto de ferretería, tlapalería, jarciería, zapatería, artículos para el hogar y equipamiento rústico para labores del campo. Incrementaron también sus propiedades con algunos otros bienes raíces citadinos, logrando figurar entre las familias locales de clase media. Mas no todo fue fácil, sólo ellos y quienes integrábamos el núcleo doméstico, supimos de las angustias paternas para lograr abonar a un préstamo o por pagar una letra o pagaré vencidos. El gasto enorme por lograr su noble meta de brindarles educación profesional a todos los hijos -aún con la condicionante onerosa de vivir temporalmente y estudiar en otras ciudades- también incrementaba enormemente sus preocupantes desvelos.
La participación en actividades colectivas de trascendencia histórica regional por parte de nuestro familiar ascendente, don José Narno Rivera Rivera -forjador de la familia Rivera Cervantes junto con su esposa María Teófila- fue destacada. Refiere su hijo Ignacio en su libro “Los Abuelos de mis Hijos” que: “Participó activamente en los trabajos de introducción del agua potable en Compostela, obra inaugurada en 1948 por el presidente de la República mexicana, Miguel Alemán Valdez, quien vino a la ciudad acompañado por varios miembros de su gabinete y de Gilberto Flores Muñoz gobernador del estado de Nayarit originario de esta ciudad de Compostela.
El señor José N. Rivera había ocupado el tercer puesto en la organización y desarrollo de la obra como “Cabo de cuadrillas”, después del ingeniero José Carrión jefe de la obra y del señor José T. Navarro ayudante del titular.
Fungió como Agente del Ministerio Público del Fuero Común cuyo nombramiento fue expedido el 12 de enero de 1941 por el Procurador General de Justicia del Estado de Nayarit, licenciado Marco Antonio Arroyo Camberos, durando poco tiempo en dicho cargo. Su renuncia fue como protesta por la corrupción judicial imperante, su: “a los delincuentes, yo los apreso corriendo todos los peligros, ellos “se arreglan” con el juez y éste los suelta”, fue casi frase normativa familiar de advertencia sobre los esfuerzos vanos, y ejemplo de conducta vertical frente a la corrupción e impunidad de encumbrados funcionarios tan criminales como los malhechores mismos.
Durante la Segunda Guerra Mundial fue miembro de “El Comité Central de la Defensa Civil de Nayarit” con el grado de tercer oficial del doceavo batallón según reza un diploma expedido el 16 de septiembre de 1944. Posteriormente, participó con ejemplar entusiasmo cívico, como funcionario de casilla en muchas elecciones locales y federales sin buscar nunca, puesto político alguno.
Fue socio activo y directivo durante muchos años de la Cámara de Comercio del municipio compostelense y miembro del Club de Leones regional por más de cuarenta años”.
Creía firmemente en Dios, participó activamente en eventos religiosos. Todos los años, dentro de las tradicionales fiestas religiosas de fin de año en honor del Señor de la Misericordia, apartaba un día dentro del novenario, para cubrir los gastos del festejo respectivo. El 25 de julio, día de Santiago apóstol Santo Patrono de Compostela, ofrecía las flores y cohetes para la celebración (esta festividad no era del agrado del cura de la parroquia, posiblemente para evitar que “le hiciera sombra” a la fiesta jurada decembrina al Señor de la Misericordia). Tres días antes, recorría diez horas en viaje redondo hasta Guadalajara para adquirir dos grandes bultos de gadiolas; que, puestas en agua por muchas horas se abrían esplendorosamente. Infaliblemente el día 25 tempranito, flanqueaban en dos enormes floreros la figura del santo ubicado en la parte más alta de los altares.
La huella imborrable de nuestro centenario ejemplar, permanece indeleble, y el orgullo entrañable no cabe en el pecho y necesariamente aflora, para compartirlo con quienes conocieron a quién hoy cumpliría 104 años.
rivera_polo@hotmail.com Facebook: Leopoldo Rivera
Ago 28 2009Pluralidades
Por Leopoldo Rivera
Aquellos 27 de agosto de los años cincuentas-sesentas, eran anhelosamente esperados por aquél núcleo familiar compostelense, pues ese día era cumpleaños de don José N. Rivera el guía y soporte de la familia Rivera Cervantes, y respetado comerciante local.
La frescura característica del clima veraniego por esas fechas, iba acompañada como siempre, de la leve humedad característica, con sus olores de flora ubérrima desarrollada gracias a las precipitaciones sostenidas de “la temporada de lluvias” de más de tres meses de duración.
Afanosas las mujeres, preparaban la comida del festejo, limpiaban pisos y juntaban mesas con sus respectivos manteles en el patio. Un tocadiscos de 75 revoluciones por minuto con sus agujas en forma de punta de lápiz y cambiables cuando se perdía fidelidad, se encargaba de propagar la música festiva y de actualidad.
Los niños, veíamos a los viejos creyendo que ellos nunca tuvieron infancia y a la vez, sentíamos que los infantes que éramos, jamás envejeceríamos. Ellos se divertían platicando y tomando vino o cerveza, y nosotros nos divertíamos con la pura inercia niñeril de traer la felicidad incluida, y con una que otra broma simple a costa de ellos.
Al notar que don José Medina, el apreciado vecino de inseparable cigarro y eterna cabellera encanecida, al oír “Las mañanitas”, invariablemente se levantaba de su asiento para felicitar con sincero abrazo al cumpleañero; los pícaros manipuladores del tocadiscos, la “tocábamos” seguido, para ver el ritual respectivo de abrazo provocado.
Se trataba pues, de un pecadillo menor que era fácilmente superado con leve penitencia a la hora de la confesión con el comprensible padre “Cheto” después convertido en el padrino de Comunión, Aniceto Espinoza.
A esas convivencias pacíficas y alegre, contribuía con su presencia siempre optimista José Isabel “Chabelo” Alcalá, apreciado compadre de bautismo -vía Juan Manuel Alcalá Ascencio- del festejado. El ambiente festivo, flotaba durante todas aquellas tardes inolvidables en el pueblo querido, hoy de sentida añoranza, al verlo contaminado por los “males” de ciudad grande, pero sin llegar a los beneficios de ésta.
Desgracia generalizada a lo largo y ancho del País. Pueblos y ciudades chicas atajadas en su progreso respectivo, merced a las camuflageadas bandas de políticos criminales que las sofocan caciquilmente, y flageladas por criminales también, pero más definidos en su amplia gama narco dañera.
rivera_polo@hotmail.com visita nayaritas.net de regionalista inspiración.
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