REMEMBRANZAS DE AQUÉL 18 DE OCTUBRE Gratamente grabado en la historia quedó el largamente esperado y promovido fin de semana del 18 de octubre de 2003. Los esfuerzos previos de los organizadores cuidando hasta el último detalle para la fiesta internacional y el lucimiento pleno del prominente y mundialmente conocido protagonista, se vieron coronados, por las espléndidas condiciones ambientales reinantes en la ciudad testigo del histórico evento a desarrollarse ese día.
En el masivo acto que acaparó la atención mundial, vibró un hermoso flujo de espiritualidad increíble. Como raras veces sucede en el planeta, la ordenada y convencida muchedumbre, sentía estar presente en un irrepetible evento de permanente trascendencia. La abigarrada y numerosísima multitud, expectante y emocionada, gozosa aguantó el prolongado y cansado homenaje a la sensible espiritualidad humana. Las horas de fatigosa espera de los miles y miles de conversos reunidos, pasaron al olvido al ver aparecer al grandioso, importante e imponente personaje. Todo el historial previo de su desempeño espléndido, contribuía a la percepción colectiva de endiosamiento hacia su persona. Su desplazamiento lento era comprensible; su edad avanzada, su cansancio notorio y su más reciente e inesperado quebranto de salud, pesaban, y lo limitaban irremediablemente. Su titubeante fortaleza se apreciaba sostenida y estimulada con el apoyo de la virtuosísima mujer que tangiblemente lo acompaño en todo momento.
El mundialmente admirado por su excelsa y extraordinaria trayectoria, vio aumentar su grandeza al reconocer, impulsar y anteponer la trayectoria del personaje femenino en esos momentos homenajeado, a la suya propia.
Al principio del magno acto, una voz apagada, preocupante y desconocida del protagonista, alarmó a la multitud, que ya francamente nerviosa temía la suspensión del recién iniciado ritual. Se tomaba pausas, descansos, tosía y reiniciaba el desempeño vocalista. El lastimoso trance, llenó de pena ajena a la propia, en todos y cada uno de los presentes.
La transmisión televisiva mundial alarmó al orbe entero preocupado al notar la voz disminuida, deteriorada, en franca decadencia. Sin embargo, la multitud vibrante le brindaba estimulo para sacar su reserva de fuerza interna y cumplir satisfactoriamente con la ceremonia, que dolorosa y trabajosamente llevó a cabo hasta su culminación
(ojo transcriptor: si andas bajo los efectos de la resaca o malilla como es frecuente en ti, deja para otra ocasión el envío de este escrito a publicarse. No pienso llevármela repitiendo los artículos para corregir tus pifias. ¿Por qué, en este punto, le agregaste de tu cosecha que en su histórica presentación mexicalense en la Laguna Salada, al deteriorado Pavarotti lo salvó la fémina que lo acompañaba, que de no ser por la gorda hubiera hecho el ridículo interpretativo y otras sandeces? Lo único logrado con tu yerro, fue acabar con mi endeble prestigio narrativo. Mucho ojo pues, y no olvidar agregar el texto final que abajo se incluye).
Emocionado y sintiéndose acompañado siempre espiritualmente por ella, el Papa Juan Pablo II logró finalmente en tan memorable fecha, beatificar a la Madre Teresa de Calcuta.
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